
El despertar de la conciencia es un proceso muy personal, pero diversos y crecientes testimonios nos indican algunas de sus manifestaciones: una mente en paz, silenciosa y al mismo tiempo muy alerta, estar ubicados de forma natural en el momento presente; vivir en un estado constante de amor, alegría, comprensión y sabiduría; experimentar un cambio permanente en la manera como se percibe al mundo; disfrutar de una profunda conexión y amor a Dios.
Es vivir en "profundo estado de paz y embelesamiento ininterrumpidos", "estados de arrobamiento y santidad"... La conciencia de lo que somos se expande, ya no creemos ser nuestro cuerpo o nuestros pensamientos, vemos que nuestra verdadera naturaleza es "la conciencia en su estado puro, anterior a la identificación con la forma", como lo señala Eckhart Tolle, maestro espiritual contemporáneo y autor del libro El Poder del Ahora.
Ante la idea de alcanzar ese despertar, esa expansión de la conciencia en que la estés conectado con tu parte más elevada, vivas en dicha perenne y tengas plena conciencia de tu esencia divina y conexión con la Divinidad, prácticamente todo deseo o meta humana se hace secundario... y seguramente vendría por añadidura.
Es la Gracia Divina la que nos puede hacer que demos ese salto, ese despertar o iluminación. No es con la voluntad o con la mente como podemos llegar a ese estado. Pero sí podemos ayudarnos, aligerando nuestras cargas psicológicas, despejando las nubes de creencias negativas, miedos, resentimientos, etc. que puedan bloquear la luz divina que nos despierte e ilumine.
Ampliar la mira
Es probable que al estar ocupados con nuestro día a día, el trabajo y las múltiples actividades diarias, perdamos de vista lo que queremos alcanzar en el mes, el primer semestre, el año... y más aún, lo que queremos a más largo plazo.
¿Qué es lo que realmente te gustaría haber alcanzado al final de esta vida? ¿Para qué estás en esta vida?
Me pregunto si no es precisamente el despertar de la conciencia nuestro propósito fundamental como humanidad; si la vida no es justamente el regalo para que la disfrutemos desde ese estado de iluminación, independientemente de que lo alcancemos en esta encarnación, en alguna próxima, o en otros planos de existencia.
Desear, pedir, hacer
El deseo de expandir la conciencia es una fuerza que nos sintoniza con los canales por donde nos llega asistencia. Pero hay que ir más allá de ese deseo, para que sólo nos impulse y no se convierta en una obsesión de la mente que más bien nos aleje del estar en el aquí y el ahora, de lo que queremos alcanzar.
Pedir... pide y se te dará. Al pedir, damos permiso para que los seres de luz divina nos den su ayuda.
Hacer: disponernos a sanarnos, a soltar las creencias negativas sobre nosotros mismos, sobre Dios (que no es castigador ni un padre humano que abandona), sanar nuestro niño interior, las heridas que nos hacen vernos como seres insignificantes olvidados de Dios... perdonar, agradecer, amar, sonreír, reír.
En ese hacer, está también el No hacer: el sentir y disfrutar el momento, estar totalmente presente, es decir, meditar. Es rendirse, sin pensar, sin esperar nada, es centrarse en el corazón, sentir amor y descansar la mente posándola en la luz.
Recordar. Recuerda que eres hijo, hija de Dios, y que para algo bueno te crearon. Que Dios, a través de Jesús, sus ángeles y arcángeles, nos bendiga y nos ayude a despertar como personas, como país, como humanidad.
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