Finalmente nos amaremos de verdad, cuando nos demos cuenta de que somos ángeles, anclando la luz solar en esta tierra.
Una parte de nosotros, nuestro ser superior, está en constante contacto con Dios. Por eso al unirnos con nosotros mismos, con nuestra esencia estamos unidos al Padre, y por lo tanto unidos a toda la humanidad. Si no nos escuchamos a nosotros mismos menos vamos a escuchar a los demás, si no nos respetamos a nosotros mismos menos vamos a respetar a los demás. Si nos guiamos por nuestro ego, en nuestra vida solo se manifestara la dualidad y no la presencia unificada.
Los ángeles dorados son la presencia de Dios que a cada día nos ilumina y cuida, por lo que no podemos decir que estamos solos o abandonados. En cada actividad que realizamos estamos bajo su manto y nos permitirán desechar energías que no nos pertenecen como el miedo y la duda, siempre y cuando con fe y actitud nos pongamos en sus manos.
Dios nos envió como una semilla, para que cada uno haga florecer su manifestación humana, trayendo la divinidad a este plano de 3º dimensión.
Necesariamente se deberá llevar a cabo, entre todo el conjunto de seres, una presencia unificada, en la que cada ser que lo compone, trabaje desde el respeto y el amor hacia sus hermanos, aquellos con los cuales forma parte del grupo de servicio y ayuda planetario.
Hacer, sin juzgar a quienes necesitan. Dar, dejando que la voluntad de Dios se cumpla sin interferir. Sentir, no pensar, dejarse llevar sorteando las trabas de la tercera dimensión (tiempo, espacio, apariencias), que mayormente nosotros mismos nos ponemos.
Y así fluir en nuestra labor / misión. Nosotros ponemos el trabajo, Dios el resultado muchas veces consideramos que una vez recibida la enseñanza, ésta perdura en nosotros. Pero erramos cuando dejamos esa semilla en nuestro interior y no la fortalecemos con la acción. No tenemos que dar todo por sabido, porque las pruebas vendrán para hacernos notar que tenemos que seguir practicando y haciendo crecer esa semilla dentro de nosotros.
-La humildad y el olvido de si son dos cosas que nos permiten reconocer la presencia de la luz, es a través de ellos que la luz comienza a estar en nuestra conciencia.
-Cuando la gratitud, la humildad y el olvido de si alcanzan el nivel más elevado que pueden alcanzar comienzan a tener lugar los milagros, ya que la luz que estaba en nosotros comienza a transmitirse a los demás, comienza a propagarse hacia todo lo que toca. De modo que nos convertimos en vehículos de luz, en mensajeros de la luz.
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