YO SOY Uno en la Unidad.


YO SOY Uno en la Unidad
En el corazón de Dios
Dios YO SOY
Porque YO SOY Dios
Porque todo lo que Dios creo lo creo de su propia sustancia
Por lo tanto todo es Dios
YO SOY parte de ese todo
YO SOY Dios
YO SOY Uno
YO SOY la unidad
YO SOY la esfera de la unidad que abarca el cosmos
Renuncio a toda imagen de un Dios externo
Renuncio a toda imagen de un Dios en el Cielo
Renuncio a toda imagen de un Dios en un mensajero
y solo acepto la única verdad de que Dios está en mi

porque YO SOY Dios en su mas pura manifestación.

Yo estoy aquí y he venido a manifestar la plenitud

de mi amor y mi Luz a la tierra.
YO SOY el Jesús el Cristo, YO SOY el Cristo Jesús

en cada uno de vosotros, ya no me veáis afuera porqu

e yo siempre he estado adentro.
Rechazad vuestra mente carnal
que es la que os quiere hacer creer en los maestros externos

y en el Dios externo.
Yo he venido pero realmente siempre estuve aquí

porque soy uno en cada corazón que vibra
y en cada corazón que se abre.
Soy uno en el corazón del cosmos
Soy uno en vuestro propio corazón



SOMOS UNO

SOMOS UNO

jueves, 7 de octubre de 2010

Volvamos a la armonía

Volvamos a la armonía En otras oportunidades he escrito acerca del tema de desear la armonía, ser armónico o llenar de armonía la vida; también he sido enfático en que el concepto que se maneja en esta cultura de la armonía, refiere más a seres que están fuera de la vida, que no se meten en problemas, que no entran en conflictos ni con ellos, ni con nadie; encontrándose, más cerca de la muerte en su concepción ontológica que del vivir como hecho activo que conjuga malestares, conflictos, problemas, oscuridades, errores, y todo lo humano. También he hablado que HARMONIA era la hija, de un cacho, por cierto que tuvo Afrodita, la diosa del amor y Marte, el dios de la guerra, y es aquí, donde quisiera detenerme. Los griegos, a través de su mitología nos quisieron representar que la única armonía posible es la que nace de la relación entre el amor y la guerra, es de esa fricción, de donde brota, amanece, aparece esta fuerza primaria. Si nos detenemos un poco en el concepto, creo que aquellos habitantes de las ciudades, no tenemos ningún problema en identificarnos con la guerra, llamemos así al tráfico, las dificultades, el poco rendimiento del tiempo, el dinero, la desolación, el estrés, la ansiedad, los conflictos sociales, morales, políticos, etc., con los que tenemos que luchar a diario, nos gusten o no. Y es aquí, cuando en el mismo propósito deberíamos despertar ese espacio amoroso que en cada uno vive, y que seguro poco conocemos, para darle paso, aunque sea un rato en el día a la verdadera armonía. Pero ¿Qué nos sucede? Que vivimos en pos del triunfo, del logro, del éxito, y éstos, si bien son aplaudidos, no van de la mano de ningún concepto humanamente armónico. Pareciera que cuanto más esfuerzo, más lucha, más dificultad perpetremos en cada conquista, el aplauso será más conmovedor, el sello más profundo; para, al final, darnos cuenta de que no hemos terminado el primer "éxito", y ya el colectivo nos exige el próximo, haciendo de nosotros máquinas veloces, en busca de algo de lo que no tenemos idea, y menos sabemos de qué se trata. La propuesta es concientizar nuestra guerra, para que nuestro amor despierte. Así, cuando tomamos en cuenta aquello que nos apasiona, y lo hacemos, aquel lugar hermoso donde siempre sentimos como si nuestra alma tocara al cuerpo, aquella actividad que me desconecta, cierta compañía que me relaja, etc., y respetar eso como el elemento necesario para que el amor se haga presente en nuestras vidas; así la armonía no tardará en hacerse una con nosotros. Quizás le haga falta a nuestra vida que le montemos cachos a nuestro deseo de triunfar, con nuestra legítima posibilidad de ser felices, o por lo menos con la de sentirnos bien con nosotros. Siempre les digo a los grupos que se olviden de que las cosas van a mejorar, eso es imposible, no va, los que tenemos que mejorar somos nosotros ante lo que acontece, y aprender lo necesario para hacerle frente. Por último, como quizás lo planteado, pueda parecer algo ideal, utópico, permítanme entonces, hacerles esta pregunta:-“¿Hace cuánto tiempo usted que me lee, no toma contacto con el agua que sale de la regadera y toca su cuerpo?” Eso no lleva más tiempo que el mismo que se toma uno bañándose, pero conecta con una parte amorosa que puede codificar fuerzas armónicas para esa batalla diaria. ¿Vió que no es tan difícil? . Carlos Fraga

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