
Nuestra identificación con el Ego
Pero, ¿quién es este extraño personaje con el que nos identificamos y que parece ser causante de muchos de nuestros miedos, culpas y problemas de decisión? En realidad no es más que un error de percepción de quiénes somos. O sea que de alguna manera hace que caminemos por la vida con un error de identidad.
Cuando en Un Curso de Milagros se habla de identidad siempre se expresa con «I» mayúscula, porque se refiere a la verdadera Identidad, al verdadero Yo, el que Dios creó, el Ser que nunca ha cambiado, que no es posible cambiar de como fue hecho por el Creador. Es el Cristo Interno, es el Santo Hijo de Dios.
La identidad con «i» minúscula, es esa que cada uno de nosotros ha inventado, la que no tiene nada que ver con la creación real del Creador, es la que hemos fabricado cuando rechazamos la verdadera Identidad que Dios nos dió.
Sin embargo, en realidad esto no es posible porque no podemos ser el Padre y el Hijo a la vez. Lo peor de todo es que cada uno de nosotros nos creemos creadores de nosotros mismos. Recordemos que «Si se pudiese lograr el objetivo de autonomía del ego, el propósito de Dios podría ser truncado y eso es imposible». T.11.V.11:1
El problema de toda esta supuesta «creación» que cada uno de nosotros hemos hecho es que con esto se nos olvidó lo que era la verdadera Identidad que Dios nos dió y al hacerla nuestra nos identificamos con ella y vivimos divididos entre la verdadera Identidad y la falsa identidad creada por nosotros.
El problema no es solo que cada uno de nosotros ha creado un ego, sino que además pensamos que somos solamente eso, nos identificamos con él y si nuestro ego triunfa nos parece que nos sentimos bien, porque para el ego ganar significa que otro pierda y eso lo hace sentirse triunfante. También cuando el ego pierde se siente mal, porque otro ha ganado y él ha perdido.
«Para el ego dar cualquier cosa significa tener que privarse de ella. Cuando asocias el acto de dar con sacrificio, das solamente porque crees que de alguna forma vas a obtener algo mejor y puedes, por lo tanto, prescindir de la cosa que das. Dar para obtener es una ley ineludible del ego, que siempre se evalúa a sí mismo en función de otros egos. Por lo tanto, está siempre obsesionado con la idea de la escasez, que es la creencia que le dió origen. Su percepción de otros egos como entes reales no es más que un intento de convencerse a sí mismo de que él es real». T.4.II.6:3-7
La mayoría de los seres humanos no nos damos cuenta hasta qué punto nos identificamos con el ego, sin embargo necesitamos cada uno de nosotros entender que el ego no es nuestro verdadero Ser, el ego no es creación de Dios, es solo una ilusión que toma el lugar del Ser cuando bloqueamos, cuando obstruimos nuestro despertar al encuentro y solo buscamos ilusiones.
El ego realmente no existe como creación del Padre, es solo una parte de la creencia errónea sobre nosotros mismos, es un error de apreciación mental, «el ego no es nada, pero se manifiesta de tal forma que parece ser algo. En un mundo de formas no se puede negar al ego, pues solo él parece ser real. Mas ¿Podría el Hijo de Dios tal como su Padre lo creó morar en una forma o en un mundo de formas? Si alguien te pide que definas al ego y expliques cómo se originó, es porque cree que el ego es real e intenta, por definición, asegurarse de que su naturaleza ilusiva quede oculta trás las palabras que parecen otorgarle realidad». M.2.2:2-5
El ego es la parte con la que nos identificamos, es la parte de nosotros que más vemos, porque creemos, erroneamente, que nuestro Ser, nuestra verdadera Identidad es el ego. Sin embargo el ego no existe como parte creada por Dios, es solo una imagen falsa en nuestro sistema de pensamiento. Porque si el ego existiese como parte de la verdadera Creación, estaríamos diciendo que el Padre creó dos identidades: una real y una falsa y que las dos permanecen en conflicto, lo cual no es posible.
Jesús en su mensaje a través de Un Curso de Milagros nos pide que desarrollemos la habilidad de hacer una separación entre lo que es el ego y lo que somos realmente, para poder empezar a perdonarnos por aquello que pensamos que hemos hecho mal y entender que «cuando te sientes culpable, recuerda que el ego ciertamente ha violado las leyes de Dios, pero tu no. Los 'pecados' del ego déjamelos a mí. Ese es el propósito de la Expiación. Pero hasta que no cambies de parecer con respecto a aquellos a quienes tu ego ha herido, la Expiación no podrá liberarte. Si te sigues sintiendo culpable es porque tu ego sigue al mando, ya que solo el ego puede experimentar culpabilidad. Eso no tiene porque ser así».T.4.IV.5:1-6
Necesitamos entender que no somos el ego, que éste solo es una especie de cáncer psicológico, un pensamiento fuera de control en el interior de nuestra mente, que no nos define, que no es nuestro Ser.
Empezar a trabajar sobre este aspecto requiere que tomemos nuevas decisiones más responsables y menos culpables y el proceso para ésto, no es negando al ego o tratando de combatirlo, lo que lleva a un desgaste total de energía y conduce además, a proyecciones en las que empezamos a culpar a otras personas o bien a enojarnos con nosotros mismos.
Cuando en lugar de combatir al ego solo observamos concientemente cómo actúa, podemos descubrir que éste es solo una parte de nuestra mente equivocada y no somos nosotros, podemos entonces realmente iniciar nuestro proceso de sanación, cuando a través del perdón a nosotros mismos nos vamos acercando al amor, es cuando el ego se debilita, pero en tanto queramos luchar contra él y fingir «ser buenitos» para no hacerle caso, lo único que hacemos es nutrirlo, lo «engordamos y hacemos rozagante», le damos un valor real y el ego no existe en la verdadera realidad.
Tampoco podemos tratar de «ponerle florecitas para que se vea bonito» o bien intentar amarlo, porque esta es otra forma falsa e inútil de aproximación a él, porque el ego no es el niño interno con el que podemos ponernos a jugar, no es nuestro amigo, es más, el ego ve al espíritu y al amor como su enemigo y lo ve así porque es a lo único a lo que le tiene miedo, porque sabe que al present s errores personales a otros.
Ser responsables significa unicamente que dejamos de culpar a otros por lo que sentimos (estoy enojada porque mis padres o mi pareja o mi amigo me...) o bien, dejamos de culpar a Dios (¿por que Dios permite que esto suceda, por que permite la miseria y el dolor...?). Es tal como se plantéa en uno de los ejercicios de Un Curso de Milagros «Mi salvación procede de mí. No hay nada externo a mí que me pueda detener. En mí se encuentra la salvación del mundo y la mía propia». E.70.10:6-8
Es empezar a descubrir y aceptar que -nadie me hace nada, sino que yo me lo hago a mí misma, que me identifico tanto con mi ego que yo me genero dolor y sufrimiento, pero que nadie externo a mí me lo hace-. Es aceptar que somos responsables de las acciones de nuestro ego, pero reconociendo que no somos un ego, que somos las personas que pensamos en los pensamientos del ego, pero que no somos esos pensamientos.
Esto hace una distinción crucial porque permite abrir un camino de la culpa a la libertad, en la que observamos los errores del ego sin enjuiciarnos y sin sentirnos culpables o pecadores. Entendiendo que «El Reino está perfectamente unido y perfectamente protegido y el ego no prevalecerá contra él».T.4.III.1:12
La meta, a la que a través de la observación y la responsabilidad nos podemos acercar, es el perdón. Un perdón a nosotros mismos por los errores que hemos cometido, por nuestro alejamiento del amor, por nuestros enojos y por todo aquello que nos hace sentirnos culpables.
Es reconocer que no somos un ego y aceptar que somos el Santo Hijo de Dios, que por un momento ha olvidado cuál es su verdadera Identidad. Es una responsabilidad personal que nos lleva a descubrir que nuestra seguridad radica en la verdad del espíritu, no en la mentira irracional del ego. Que el amor es nuestra seguridad y que el miedo es creación del ego. Nos lleva a identificarnos con el amor y encontrar a nuestro verdadero Ser.
(Fin del extracto)
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