
Por Vivi Cervera
Este artículo no fue escrito con el fin de que adelgaces; quiero aclararte esto porque honestamente no creo que el tener medidas de reina te guíe directamente hacia la felicidad, de manera que el único objetivo es que puedas tener una idea más clara respecto de aquello que te ha llevado a engordar y que sea más fácil para ti decidirte por un estilo de vida que te haga feliz.
Una de las más grandes distracciones de la mujer ha sido con respecto a su propio cuerpo por el tema del sobrepeso, la gordura o la obesidad. Si observas a la mayor parte de mujeres que te rodean, ellas siempre están pendientes de su físico, de cuánto han engordado (el sobrepeso es problema de la mayoría), de lo apretada que les queda aquella falda negra de la navidad anterior; también preguntan cuál es el gimnasio más recomendable de su ciudad, qué rutina es la más adecuada para su alimentación que se apoya en la dieta baja en carbohidratos de la que todas hablan y pare de contar. La gran mayoría se encuentra detenida en el tiempo buscando la forma de ser diferente a lo que es ahora, intentando encontrar la manera de parecerse a alguien que vieron en televisión, deseando así, encontrar el rastro de una autoestima que no quiere ser hallada.
Reconozco algo: es lindo encajar perfectamente en la ropa que te gusta, pero más lindo aún es cuando esto proviene de la libertad para comer, del perdón a la comida más sabrosa, del placer de disfrutar un alimento por medio de tus sentidos cuando estás a gusto con tu estilo de vida. Pero si lo que sucede es que estás delgada porque todo te lo prohíbes, tienes más por resolver que la gorda que se da permiso de comer aquello que tanto ha deseado. Cada alimento, cada bebida, cada condimento que ingieres es una petición de tu cuerpo emocional; es por medio de lo que consumes como te mantienes fuerte ante las situaciones que vives a tu alrededor. ¿Qué sucede con la prohibición de la comida? Simple, tu niña interior tiene ganas de ese postre con crema y dulce de leche, porque quizás de esa manera sea más fácil enfrentar la entrevista de trabajo que tendrás por la tarde o la firma de los papeles del divorcio, así que si le prohíbes el postre y a cambio le das una insípida gelatina, no creo que la mantengas tan sonriente como lo amerita la ocasión.
Mientras tanto yo sigo preguntándome ¿En verdad es tan malo eso de ser gorda? ¿Es verdad que tienes un alto riesgo de morir por un gran número de enfermedades, especialmente diabetes? ¿Es cierto que tus posibilidades de lucir hermosa se terminan cuando subes de peso? Y la gran pregunta: ¿Se puede bajar de peso?
En mi opinión, el hecho de ser gorda o delgada y estar destrozada emocionalmente, es igualmente perjudicial. Puedes ser tan esbelta como Barbie pero si se terminó tu alegría de vivir, si se agotó tu energía vital, si la desesperanza habita tu corazón, tendrás el mismo nivel de riesgo que si estás triste y gordita como Fiona la esposa de Shrek. A final de cuentas la sangre tiene la función energética de transportar alegría de un lugar a otro de tu cuerpo y tanto gordas como flacas tienen sangre en las venas.
Respecto del alto riesgo de morir, te regalo una frase que escuché en Colombia: “Para morir sólo hace falta que estés viva” y con eso te digo todo. Con respecto a bajar de peso, si se puede pero antes de lograrlo hay que borrar las memorias que han llevado a la mujer a este punto.
Se te enseñó que el cuerpo engorda cuando pasas de los treinta o cuando comes calorías de más, pero estas son explicaciones banales que sólo te dejan más sumergida en la duda porque si estos factores fueran las causas, entonces toda la raza humana estaría gorda! Y si a explicaciones absurdas vamos, entonces alguien respondería que algunas personas tienen más lento el metabolismo y que por eso engordan. Sí puede ser, pero ¿Por qué se ralentizó su metabolismo? Esta pregunta muy pocas personas pueden responderla: El metabolismo se ralentiza por la carga emocional que vas arrastrando. En realidad lo de los treinta o las calorías pasan a ser más mito que verdad y de eso nos estamos dando cuenta paso a paso.
Por ejemplo ¿Te has fijado en que tu peso corporal se mide en kilogramos y no en calorías? El kilogramo es una medida de peso y la caloría es una unidad de calor; de manera que tú no puedes lograr unir estas dos palabras en ningún punto. Si consumes 1.500 calorías por día ¿Cuántos kilos engordarás?. No hay manera de saberlo. No es como la relación existente entre libras y kilos porque ambas son medidas de peso. La caloría es una palabra que se inventó hace años para que te distrajeras con la gordura y que así dejaras pasar la vida frente a ti, mientras pensabas que ibas perdiendo poder como mujer ante tu pareja, poder como mujer trabajadora que puede producir, poder como madre, poder como ser humano!. ¿Puede haber algo más letal y engordador que la idea de perder el poder interior? Creo que no.
El asunto es que engordar es una cuestión de memorias. Hubo un instante en tu vida, lo recuerdes conscientemente o no, en que tuviste que engordar porque hubo un trauma no superado, una situación que no pudiste aceptar, una emoción que se quedó atrapada. Entonces tu mente pasa a diario algo así como un escáner que verifica si ya superaste la situación vivida anteriormente y cuando se da cuenta de que aún la recuerdas subconscientemente, sale de él una etiqueta que dice: “prueba no superada” y continúas creando grasa o estancada en tu peso actual.
Ahora bien, ¿Qué función tiene la grasa? Nada menos que protegerte, cuidarte de lo que te amenaza en tus recuerdos, o sea que no es mala! Hasta la grasa tiene buenas intenciones contigo aunque no parezca!, el punto es lograr comprender su razón de existir, escuchar su lenguaje y hacerlo sin que el tiempo importe tanto. No se trata de que pienses: “Ay grasita de mi abdomen, te quiero tanto, estoy escuchando tu lenguaje porque para finales de año es la boda de mi hermana y si no aprovecho la fiesta para encontrar pareja entonces se me puede ir el tren”. No. Nada de esto. Tu cuerpo es inteligente y sabe cuando lo manipulas, también sabe por qué la grasa está ahí. Sólo él sabe qué es lo que está reparando y sólo él sabe de qué te ha salvado, qué situaciones has llevado mejor sólo porque estás gordita.
Acaso ¿Funge tu grasa corporal como un colchoncito protector? ¿Te cuida quizás de accidentes domésticos? ¿Te cuida quizás de salir lastimada sentimentalmente otra vez? ¿Te cuida de miradas desagradables? ¿Te cuida de que puedas poner en riesgo tu vida? Te has abierto a la posibilidad de pensar en que quizás –sólo quizás- si no hubieras engordado después de aquella ocasión en que mamá se fue del todo ¿Podrías haberte consumido hasta morir de abandono, de soledad, de tristeza? ¿Pudo la grasa que creó tu inteligencia, haber salvado tu vida? Hazte estas preguntas y escucha la respuesta que proviene de tu interior y por favor no dudes de esa voz, hazlo por ti.
Entonces ¿Las gordas van al cielo? Por supuesto. Las gordas (y digo esta expresión con cariño, con amor porque ellas son mi otra yo y escribir sobre ellas es escribir sobre mí) tienen el mismo cielo en su corazón. Las amo.
Creo haber descubierto una frase memorial: “No hay mujer satisfecha con su cuerpo” y que me perdone el 1% que está feliz siendo como es, pero esto sucede en mi realidad aunque estoy segura de que existen realidades muy diferentes donde las personas no se ven como cuerpos sino como conciencias y es a través de la conciencia como experimentan sus relaciones con ellas mismas, con los demás y con el universo. Pero no te preocupes, porque este artículo está hecho para mujeres que habitan la tridimensionalidad y que al mirarse desnudas en el espejo desean hacerse harakiri.
Mi posición, fácil, contundente y práctica se resume en la siguiente frase que yo escribiría en la gran biblioteca de la humanidad: “Vivir en la tercera dimensión ya es trabajo de heroínas como para añadirle el castigo de una dieta”. ¿Está genial verdad? Si buscas por ahí no encontrarás una frase que reúna tanto amor por lo sencillo, porque déjame decirte que lo fácil es sentarte en la mañana frente a un pan con doble porción de mantequilla más una taza de café, con todo lo que está “prohibido” alrededor. Lo difícil es tener ganas de comerte el pan con mantequilla pero asumir la posición guerrera y valiente de comerte una crujiente rama de apio acompañada con jugo de pepino sin endulzar o más valiente aún: abrir una lata de atún en agua, mezclarla con lechuga e ingerirla. Óyeme esto merece mi respeto. Si lo disfrutas y no te culpas por ello, adelante! Bendigo el amor que te expresas a ti misma en esta forma. Yo admiro y respeto profundamente a las personas que con el afán de cumplir con su trabajo o de seguir adelante con su imagen, se ven obligadas a tomar este rumbo y las respeto porque yo no podría llevar a cabo tal misión; siempre he seguido a mi voz interior y sin que importe mucho la opinión escrita en las enciclopedias de salud y medicina, procuro estar satisfecha conmigo misma y con lo que hago cada día.
Puede ser que existan muchas mujeres, hombres y niñ@s con obesidad que piensan que no pueden darse el lujo de pensar en conceptos espirituales para estar en paz con sus vidas, porque mientras lo hacen su cuerpo continúa engordando y puede ser que tengan razón, sin embargo (a mi modo de ver), adelgazar por medio de dietas es algo que requiere más amor y más verraquera (en colombiano significa coraje, valor, valentía) de la que se necesita en un camino espiritual. Yo creo que sí puedes emprender un viaje espiritual con respecto del sobrepeso o de la obesidad. Y puedes hacerlo porque finalmente es lo único que tienes, si ves más allá de tus ojos, la entrega es la función del ser humano inteligente, no es tu mente consciente la que puede llevar el control porque va a encontrar más y más dificultades cada vez.
Es necesario que deposites todos tus miedos en tu Ser Superior o en la Inteligencia Divina (Dios, Buda, Jesús, Espíritu Santo, Presencia, Fuente, etc.), que también es una parte de ti, de la que no eres consciente. El perdonarte completamente es lo único que nadie podrá venderte en paquete tal como los tenis con los cuales caminas y se te dice que puedes bajar hasta 2 kilos por semana, aparte de que te permiten hasta volar si le apuras un poquito, los cds de rumba, zamba, mambo y salsa para que bailes hasta que te canses, los concursos, los jugos, aguas, aparatos, masajes, fajas, pastillas, etc. Entiéndeme, no digo que esto no funcione, tal vez si funcione y felicito de corazón a quien su creencia en estos aparatos o sistemas le permitió bajar de peso; insisto en que lo que para media humanidad puede ser descabellado para la otra mitad es lógico. Sin embargo yo estoy yendo más allá contigo; aunque ya tengas el par de tenis que menciono, dale las gracias y perdónate, agradécete, ámate, bendícete; utiliza (en el mejor sentido) lo que compraste para emprender tu viaje espiritual.
El ejercicio físico es algo fantástico, de hecho se ha demostrado que puede lograr que te veas más joven o que dures más tiempo viviendo en este planeta. No creo que contribuya a perder peso por sí solo, tiene que ir acompañado de una práctica interior. No obstante la clave para que el ejercicio físico cumpla su objetivo es disfrutarlo. Si tú corres 6 kilómetros diarios por pagar una “manda”, si te suscribiste en el gimnasio para observar el “panorama” o si estás en la caminadora esperando que tu hora diaria de práctica se convierta en 5 minutos… olvídalo porque pronto lo dejarás. Así no funciona. Es importante disfrutarlo, de lo contrario tu espíritu quedará más tranquilo si le permites encender el microondas y poner en él un paquete de palomitas de maíz con mantequilla extra, para después sentarte en el sillón a ver una película. Ninguna de las dos cosas es mala o buena, sólo disfruta lo que elijas. Y esto significa cero remordimientos. Mantente en el aquí y en el ahora, disfruta tus palomitas.
No defiendo la comida chatarra, tampoco la comida saludable porque he sido yo quien finalmente puso esas etiquetas. Lo sano o lo perjudicial son conceptos, son memorias, son datos, son información y es eso lo que estamos borrando.
Ahora hablemos de belleza. Si ya sabes que eres más que un cuerpo físico, si lo que prevalece siempre es esa música que va por dentro de ti, entonces la belleza física se podría definir como una cualidad natural propia de lo interno y no de lo externo; la belleza siempre nace desde un espacio íntimo, desde tu conexión con lo que ves. Si alguien se muestra bello ante tus ojos es porque se trata de tu propia belleza; si le ves fea es porque hay algo dentro de ti por embellecer; si la ves hermosa y perversa, también hay algo por limpiar en ti. Lo bello no puede existir fuera de ti. Tú ya eres bella, espero que te hayas dado cuenta. Es por eso que tienes el cielo en ti, el cielo está en tu corazón, por algo son bellos los cuadros de Botero.
La gordura es un sentimiento, es un recuerdo, es una memoria cuyo inicio no podemos describir de manera exacta y es natural desesperarse, es completamente comprensible el compararse, el dejarse llevar por la moda y por la publicidad. Prácticamente hemos caminado por donde se nos ha dicho. En tiempos antiguos la mujer de las pasarelas era robusta, rellena y en algún momento se decidió que esto no era tan estético como si podía serlo una mujer extremadamente delgada; entonces nosotras absorbimos este nuevo concepto de la belleza porque como mujeres, generalmente estamos atrapadas en la deliciosa ilusión de lo externo, sin tomar en cuenta lo interno y su significado.
Si bien existe una emoción atrapada en el cuerpo en forma de grasa, algo no superado en esta vida, también entra en juego el recuerdo implantado en tu mente, la huella de aquello de lo que no eres totalmente consciente, las vidas de tus antepasados y familiares, tu necesidad de morir. Puede que existan muchas causas pequeñas que te lleven a la causa inicial, de todos modos no es posible averiguarlo, tendrías que viajar hasta donde Eva la mujer de Adán para preguntarle ¿Por qué aceptó la manzana? O tal vez tendrías que viajar más allá, no lo sabes. Por eso lo único que te queda por hacer es: LIMPIAR.
Escucha a tu cuerpo, él es más inteligente que tu mente consciente. Escúchalo cuando me lees, escúchalo cuando tienes hambre, escúchalo cuando estás comiendo, después reconcíliate con él para que puedas hablarle, para que conozcas sus motivos, para que estés en paz sin que importe tu forma física. Comunícate con cualquier comida que tengas frente a ti. Amala, perdónala, libérala y por último pronuncia las 4 palabras que curan o una de ellas, la que más haga eco en ti. Hazlo todo el día. Dile a tu Ser de manera indefinida, sin condiciones, sin requisitos, sin análisis y sin pruebas: “Lo siento, Te amo”. Es todo!
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